Claves y secuelas del 7 de octubre en Israel
octubre 2023
Tras la conmoción provocada por los mortíferos atentados de Hamás y mientras el ejército israelí asedia Gaza, el historiador Dominique Vidal analiza el contexto político palestino e israelí y las perspectivas que se abren.
-Dominique Vidal es autor de numerosos libros sobre el conflicto palestino-israelí, entre ellos Les 100 clés du Proche-Orient, con Alain Gresh (Fayard, 2011); Un autre Israël est possible, con Michel Warschawski (Atelier, 2012); Palestine: le jeu des puissants (Actes Sud / Sindbad, 2014) y, más recientemente, Antisionisme = antisémitisme?: Réponse à Emmanuel Macron (Libertalia, 2018). En esta entrevista, analiza el ataque de Hamás y las perspectivas para el futuro próximo.
¿Cuáles son los objetivos de Hamás? ¿Por qué atacar kibutz o matar sistemáticamente a los civiles israelíes con los que se topaban sus comandos? ¿Por qué no atacar específicamente objetivos militares?
Antes de comenzar, quisiera señalar que cualquiera que ataque a civiles, ya sean israelíes o palestinos, ya sea en los kibutz cuyos habitantes han sido masacrados o bajo las bombas israelíes en Gaza, está cometiendo crímenes de guerra, incluso crímenes contra la humanidad. Cuando decimos que no debe haber dobles raseros, eso se aplica en ambas direcciones.
Es la primera vez desde 1948 que combatientes extranjeros armados entran en territorio israelí. Nunca había ocurrido antes, ni siquiera en 1973 con la Guerra de Yom Kipur, cuya fecha, 50 años después, fue elegida por Hamás para lanzar su ataque. Por aquel entonces, soldados sirios y egipcios atacaron los Altos del Golán [territorio sirio ocupado por Israel tras la guerra de 1967] y el Canal de Suez, pero ninguno de ellos entró en territorio israelí propiamente dicho. Así que lo que ocurrió este 7 de octubre fue algo realmente sin precedentes.
Hay tres motivaciones para esta operación masiva, brutal y sangrienta. La primera es traumatizar a los israelíes. En mi opinión, se trata de un razonamiento absurdo, que no tiene en cuenta las lecciones de la historia, incluidas las de Hamás. Cuando, durante la segunda intifada (2000-2005), Hamás llevó a cabo ataques kamikaze -en los que murieron entre 600 y 700 israelíes-, ello contribuyó a inclinar a una parte de la población israelí hacia la derecha y la extrema derecha, incluidos aquellos eran más bien partidarios del «proceso de paz».
El segundo objetivo de Hamás es socavar a la Autoridad Nacional Palestina, a su presidente Mahmud Abás y a la dirección de Fatah [en el poder en Cisjordania, que forma parte de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP)], que ya goza de un amplio rechazo en la opinión pública palestina, sobre todo entre los jóvenes, que constituyen la mayoría de la población. Como en 2021, cuando Hamás disparó misiles contra Jerusalén y Tel Aviv, el objetivo es convertirse en los héroes -y heraldos- de los palestinos. Este me parece un objetivo esencial.
El tercer objetivo es impedir que Arabia Saudita respalde los Acuerdos de Abraham [un tratado de paz entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel, al que se han unido Bahrein y Marruecos]. Sabemos que Mohamed Bin Salmán, príncipe heredero y primer ministro saudí, seguía dudando, a pesar de las presiones de Joe Biden. En el contexto de un baño de sangre en Israel y Palestina, es poco probable que decida sumarse a estos acuerdos.
Por último, cuando Hamás tomó como rehén al soldado Gilad Shalit [de junio de 2006 a octubre de 2011], obtuvo a cambio la liberación de cientos de prisioneros palestinos. Así que tal vez los dirigentes de Hamás pensaron que si conseguían entre 100 y 150 rehenes israelíes -todavía no sabemos el número exacto-, Netanyahu se vería obligado a negociar.
¿Cuál es la legitimidad de Hamás entre los palestinos de Gaza y Cisjordania? Esta legitimidad ¿podría ser cuestionada en virtud de la violencia indiscriminada y de masacres de civiles, y por el hecho de sacrificar a la población de Gaza a las represalias israelíes?
Tras 75 años de infortunio, persecución, guerra y colonización, muchos palestinos no mostraron especial conmoción por lo ocurrido el 7 de octubre. Y es demasiado pronto para medir las repercusiones sobre la imagen de Hamás. Todo depende de lo que hagan los dirigentes israelíes: repetir los bombardeos sobre la Franja de Gaza [cinco campañas de bombardeos entre 2008 y 2021] o lanzar a las Fuerzas de Defensa, el ejército israelí, a una ofensiva terrestre, con el riesgo de enfrentarse a una guerrilla urbana.
En este caso, la situación podría convertirse en un baño de sangre -más allá de los bombardeos- en el que probablemente mueran cientos de civiles palestinos, incluidos mujeres y niños. Dado que Hamás ha ignorado el destino de los gazatíes, parte de la opinión pública palestina podría volverse contra sus dirigentes. Así que todo depende de lo que ocurra en los próximos días y semanas. No debemos olvidar que muchos, en Gaza, también rechazan a Hamás. Su administración adopta la forma de una dictadura ultrarreligiosa, ultranacionalista y extremadamente brutal. Hamás ha hecho poco por la población de Gaza desde su victoria electoral en 2006.
Las elecciones debían celebrarse en 2021, pero Fatah y Hamás decidieron de mutuo acuerdo aplazarlas con el pretexto de la negativa de los israelíes a instalar urnas en Jerusalén Este. Según algunos encuestadores palestinos, si estas elecciones hubieran seguido adelante, podríamos haber asistido a una victoria electoral de Fatah en Gaza y de Hamás en Cisjordania [es decir, donde actualmente son oposición]. Ambos movimientos han perdido credibilidad en los territorios que administran.
¿Por qué Hamás no buscó avanzar mediante negociaciones con Israel?
En realidad, esto es lo que hizo hasta el 7 de octubre. De bombardeo en bombardeo, de atentado en atentado, hemos asistido sin embargo a una forma de alianza entre estos dos grandes enemigos, Hamás e Israel. Las autoridades israelíes facilitaron la formación de Hamás en 1987 y luego su desarrollo para que pudiera convertirse en un serio competidor de Fatah, como cuenta Charles Enderlin [corresponsal de France 2 en Oriente Medio desde hace más de 30 años] en su libro Le grand aveuglement: Israël et l'irrésistible ascension de l'islam radical [La gran ceguera: Israel y el irresistible ascenso del islam radical]. El objetivo entonces era dividir a los palestinos para controlarlos más fácilmente. Este juego ha continuado bajo Netanyahu para debilitar a la Autoridad Nacional Palestina.
En cierto modo, el 7 de octubre es el «Múnich» de Hamás, en referencia a la toma de rehenes y el asesinato de atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972. La OLP pagó durante años el horror de Múnich. Cada vez que se pronunciaba la palabra «palestino», venía a la mente la imagen del asesinato de atletas israelíes. Lo mismo ocurrirá con Hamás. Mucha gente tendrá en mente la carnicería del 7 de octubre y no los muertos palestinos bajo las bombas.
Entre Hamás, con su dimensión ultrarreligiosa y su ciega estrategia terrorista, y Al Fatah, desacreditado por la corrupción y la burocratización, ¿pueden surgir movimientos políticos alternativos en Palestina?
Creo que desde hace algún tiempo hay una mayoría, tanto en Gaza como en Cisjordania, a favor de otra voz. Por el momento, esta voz no se ha estructurado en forma de movimiento político. En Cisjordania y Jerusalén, una clara mayoría de jóvenes ya no cree en la solución de los dos Estados: aboga por un Estado único en el que judíos y árabes tengan los mismos derechos políticos e individuales. Esto puede sonar utópico, pero la solución de los dos Estados es igual de utópica hoy en día. Dos millones de palestinos viven en Israel y 700.000 colonos judíos en Palestina.
Los asentamientos ocupan alrededor de 45% de Cisjordania. ¿Cómo se puede trazar una frontera en estas condiciones? En algún momento, este cambio en la opinión pública palestina tendrá que reflejarse políticamente. Esta es también la razón por la que Fatah y Hamás no quisieron organizar elecciones en 2021. Temían la aparición de un movimiento alternativo centrado, entre otros, en Marwan Barghouti [antiguo dirigente de Al Fatah, encarcelado desde 2002 en una prisión israelí, muy crítico de la corrupción en el seno de la Autoridad Nacional Palestina y comprometido con el relanzamiento de un verdadero proceso de paz].
Fue el gobierno israelí más derechista de la historia, el más preocupado por la seguridad y el más autoritario y antipalestino, el que finalmente se dejó sorprender de esta manera. ¿Cómo se explica esta paradoja?
En cuanto a la cuestión de la sorpresa, no es tan evidente. Hamás sabía muy bien que el ejército israelí estaba desplegado principalmente en Cisjordania para proteger a los colonos, e incluso para ayudarlos en sus actos violentos contra los palestinos. La zona alrededor de Gaza estaba, por lo tanto, desguarnecida, lo que explica la facilidad con que Hamás pudo penetrar en los kibutz y las ciudades y cometer la consabida matanza.
También debemos analizar las políticas aplicadas por este gobierno de derecha y extrema derecha desde enero de 2023: antes del 7 de octubre, 250 palestinos murieron en grandes operaciones militares en Cisjordania, Yenín y Naplusa, o en ataques organizados por colonos con el aval de facto del ejército; y no olvidemos las provocaciones del ministro israelí de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, en la Explanada de las Mezquitas [Itamar Ben Gvir y su partido Otzmah Yehudit (Fuerza Judía) representan a una extrema derecha religiosa, identitaria, racista, homófoba y antipalestina]. Los dirigentes israelíes no son tontos, y era obvio que esto provocaría una reacción. Y ahora sabemos que los servicios de inteligencia egipcios habían advertido a sus homólogos israelíes varios días antes del 7 de octubre de que algo enorme estaba en marcha. Pero Netanyahu no hizo caso a esas advertencias.
¿Acabará el atentado de Hamás con el movimiento de protesta contra Netanyahu y de defensa de la democracia israelí?
Yo no diría que ese movimiento haya muerto, pero se ha puesto en pausa en este tiempo de venganza israelí. Cuando acabe la guerra, no habrá botón de pausa. Además de las protestas contra la reforma de la justicia y el «golpe de Estado» de Netanyahu, se le reprochará no haber anticipado lo que se avecinaba. Tras la guerra del Yom Kippur de 1973, hubo dos fases. Primero, los ciudadanos israelíes hicieron causa común con su ejército. Luego, reflexionaron sobre la forma en que había sido golpeado en el Canal de Suez y en los Altos del Golán, y señalaron con el dedo la política de la primera ministra de la época, Golda Meir, quien terminó dimitiendo. Cuatro años más tarde, por primera vez desde 1948, la derecha ganó las elecciones y Menahem Begin llegó al poder [fue él quien negoció los acuerdos de paz de Camp David con Egipto en 1978].
No puedo descartar la posibilidad de que los israelíes de hoy, tras un periodo de reflexión, se vuelvan hacia Netanyahu, al que ya se han opuesto enérgicamente en las calles, y pongan fin a su carrera política. Queda un enorme interrogante: ¿qué tipo de guerra tendrá lugar ahora, una campaña de bombardeos seguida de un alto el fuego y un intercambio entre rehenes israelíes y prisioneros palestinos, o una guerra de guerrillas urbana que durará varios meses y que se saldará con una carnicería?
¿Hay aún voces en Israel en contra de una respuesta indiscriminada que causará miles de muertos civiles en Gaza y a favor de una solución de fondo al conflicto?
Esta pregunta no estuvo ausente en el movimiento de protesta contra Netanyahu. Cuando acabe la guerra, el problema es si la izquierda israelí será capaz o no de formular una alternativa que incluya la cuestión palestina. El Partido Laborista y Meretz [los dos principales partidos de izquierda israelíes] se olvidaron de Palestina desde hace años, aunque durante mucho tiempo encarnaron la idea del diálogo y la creación de un Estado palestino junto a Israel. Esta izquierda no ha sido capaz de encarnar una alternativa y ha sido engullida regularmente por los gobiernos de unidad nacional.
La debacle de la izquierda israelí es también la debacle de la izquierda árabe israelí, totalmente dividida y enfrentada a la competencia de Mansour Abbas, una especie de populista islamista de derecha muy próximo a los ultraortodoxos judíos. Pero nada de esto es específico de Israel. Allí donde la izquierda no ofrece alternativas, ganan las fuerzas populistas y de extrema derecha.
¿Qué papel puede desempeñar la comunidad internacional en un momento en que Estados Unidos ha anunciado el despliegue de dos portaaviones en el Mediterráneo e Irán está acusado de haber desempeñado un papel importante en la preparación del atentado de Hamás?
Estados Unidos no quiere una conflagración, ya que su principal «frente» sigue siendo China. La misma lógica se aplica en Teherán: Irán está en proceso de normalizar sus relaciones con Arabia Saudita. Si los iraníes coordinaron realmente la operación del 7 de octubre con Hamás, no entiendo por qué Hezbolá [movimiento político y militar libanés apoyado por Irán] apenas se mueve, además de lanzar algunos misiles contra un territorio disputado entre Israel, Siria y el Líbano. En los países árabes, contrariamente a lo que se dice o se escribe, existe un apoyo muy fuerte a los palestinos. Una encuesta del Arab Center for Research and Policy Studies [realizada en 14 países árabes, desde Mauritania hasta las monarquías del Golfo, entre 33.000 ciudadanos] muestra que una amplísima mayoría de los encuestados (92%) rechazó la normalización con Israel mientras no haya una solución para los palestinos. Esto no significa rechazar la normalización por completo; significa rechazarla si no hay una solución para los palestinos. El hecho de que los gobiernos de estos países normalicen incondicionalmente sus relaciones con Israel en este contexto debería hacernos reflexionar.
Europa no está jugando un rol. Por el momento, se ha reducido a una batalla entre el comisario europeo húngaro Olivér Várhelyi, que quería cortar la ayuda europea a la sociedad civil palestina, y Francia, Alemania y España, que finalmente consiguieron que esa ayuda continúe. Por lo demás, no he oído ni una palabra que permita a Europa desempeñar su papel.
Nota: la versión original de esta entrevista, en francés, se publicó en la revista basta! con el título «Une partie de l’opinion palestinienne pourrait se retourner contre le Hamas». Puede leerse el original aquí. Traducción: Pablo Stefanoni.