El sueño de una Argentina liberal (y sin peronismo)
marzo 2023
La oposición tiene, según las encuestas, amplias posibilidades de volver al poder a fines de 2023, sobre todo si el peronismo no logra recuperar la iniciativa. Pese a su derrota electoral en 2019, y al balance negativo de su gobierno, Juntos por el Cambio mantiene un electorado incólume y se apresta a decidir entre un perfil más moderado y otro escorado más explícitamente hacia la derecha. El propio ex-presidente Mauricio Macri ha pasado de un discurso «posideológico» a uno más conservador.
En el fútbol se dice que un equipo «hizo negocio» cuando, a pesar de un mal resultado, queda en buena posición para lo que viene.
Para la revancha, por caso.
En ese sentido, Cambiemos (hoy, Juntos por el Cambio) hizo negocio con su paso por el poder.
En la Argentina de los últimos tiempos, donde los problemas se arrastran en lugar de resolverse, ningún proyecto político parece duradero, pero todos permanecen latentes y con chances de ser reflotados ante la mala performance de sus adversarios. El proyecto que encarnó el gobierno de Cambiemos entre 2015 y 2019 no es una excepción. Se trata del primer gobierno no peronista desde 1983 que terminó su mandato. Mauricio Macri es el primer presidente no peronista ni radical de la historia reciente. Es, además, el líder y fundador del primer partido de centroderecha competitivo que accedió al poder por la vía electoral en Argentina. Propuesta Republicana (PRO) nació en 2002, al calor de la crisis más profunda vivida por el país desde el inicio de este ciclo democrático. Su primer nombre fue Compromiso para el Cambio y adoptó la vía local para construir los recursos –una pequeña e informal organización controlada férreamente por Macri y su círculo íntimo, una marca partidaria nítida y diferenciada– que le permitieron hacer pie en el barroso campo político, en el que otras formaciones nacidas al mismo tiempo hicieron agua.
En 2007, el Pro llegó al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde terminó de forjar la fisonomía que lo llevó a ser una opción electoral en el nivel nacional. A pesar de su corta existencia, en 2015 se convirtió en el núcleo hegemónico de la coalición que comparte con la Unión Cívica Radical (UCR), un partido centenario al que impuso su programa y su estrategia electoral. Los otros partidos que ingresaron a esa alianza, como la Coalición Cívica y pequeñas agrupaciones de orígenes peronista y conservador, también aceptaron el rol predominante de Macri y su grupo. Se dejaron conducir, por así decirlo, por el primer proyecto de centroderecha del siglo XXI que buscaba hacerse del poder por la vía electoral.
El triunfo de Macri en las presidenciales de 2015 fue la gran confirmación del éxito de la construcción del PRO, y permitió a la UCR volver al poder –aun como socio menor– luego de dos décadas en las que pagó el precio de la crisis de 2001 que le explotó en las manos al presidente radical Fernando de la Rúa. Cambiemos venció al peronismo kirchnerista, que había gobernado desde 2003 y, desde el poder, había construido una sólida base de apoyos sociales y electorales, resquebrajada a partir de 2013. Al final de un gobierno de desempeño económico mediocre y con malos resultados en materia social, Macri perdió la reelección ante el peronismo reunificado en 2019, pero su coalición se mantuvo unida y retuvo un caudal electoral de 40% de los votos.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), Macri dejó el poder con una inflación de 53,8%, diez puntos más que la existente en el segundo semestre de 2016 –el primer dato confiable con que contamos tras la intervención de hecho del organismo estadístico del Estado en 2007– y la más alta desde 1991. A ese panorama se sumaba 35,5% de población pobre, cinco puntos más que en el segundo semestre de 2016, y una desocupación de casi dos dígitos (9,2%). Contra sus propios pronósticos, el ex-presidente del club Boca Juniors no solo no logró aumentar la magra inversión privada, sino que tuvo apenas un año de crecimiento económico (2017), con lo que el balance de los cuatro años, en términos de crecimiento, fue negativo. Asimismo, aumentó el endeudamiento público tanto en términos absolutos (la deuda pasó de 240.665 millones de dólares en 2015 a 323.065 millones en 2019) como relativos (la deuda pública representaba 53% del PBI en 2015 y 90% en 2019), lo que creó severos condicionamientos futuros para las finanzas públicas y para la economía.
Sin embargo, la fuerza electoral del macrismo y sus aliados se mantiene tan competitiva como en 2015. Los problemas de gobierno y de coordinación del Frente de Todos (la coalición peronista que gobierna desde 2019) convirtieron en un robusto y competitivo punto de partida para las presidenciales de 2023 el porcentaje de votos con el que Macri dejó la presidencia. Los años inestables y tumultuosos que tuvieron lugar desde 2019 hasta el presente, de la mano de la pandemia y la gestión fallida del gobierno de Alberto Fernández, volvieron a emplazar a Juntos por el Cambio en un lugar expectante que muchos observadores estimaban improbable cuatro años atrás. En este sentido, entender el gobierno de Cambiemos es entender un proyecto de centroderecha que permanece vital, tiene sus candidatos competitivos y su indudable peso electoral. Y que busca su «segundo tiempo», como sugirió el expresidente al titular Primer tiempo su libro publicado en 2021, en el que ensayó un balance de su gestión. A su vez, como la historia (y la crisis) se aceleraron tanto desde 2019, la experiencia de Cambiemos parece remota, por lo que resulta relevante trazar un balance sobre su gestión por fuera de las pujas políticas del momento.
Como todos los proyectos políticos recientes en Argentina, Juntos por el Cambio tiene como motor, en su imaginario, un país potente que choca con el país real. Como todos los proyectos políticos recientes, Juntos por el Cambio quisiera tener empresarios, sindicalistas y dirigentes sociales diferentes de los que existen. En nombre de esa aspiración, se indigna ante lo que le devuelve el espejo de la historia. Tiene dificultades para hacer que los actores reales sean base de apoyo de un proyecto de largo plazo que permita orientar al país hacia una mayor desregulación y apertura de los mercados, a una prevalencia de las energías privadas por sobre la intervención del Estado. Vale la pena, entonces, preguntarse por los actores sociales y políticos que operaron en apoyo y en oposición a su gestión, y que seguirán teniendo un peso relevante para facilitar o bloquear intentos reformistas en el futuro.
Las coaliciones sociopolíticas que apoyan o bloquean a un gobierno son factores clave de su éxito o fracaso. El balance entre el poder de los respaldos y el de los vetos constituye un aspecto central de los márgenes de acción de un proyecto político. Estas coaliciones abarcan ciertamente a los partidos que forman el gobierno y a los que se enfrentan a él, así como a los apoyos y oposiciones en el Congreso. Pero incluyen también a los agentes socioeconómicos que pueden apuntalar o bloquear las políticas que ese gobierno quiere llevar a cabo. Esos esfuerzos por acompañar o resistir proyectos específicos se hacen a partir de las herramientas con que esos actores cuentan: recursos financieros (en especial, en el caso de los empresarios), recursos organizativos (como la acción colectiva en diferentes áreas de las corporaciones patronales y sindicales) y recursos ideacionales (apoyo en medios de comunicación, campañas publicitarias oficiales y oficiosas, «batallas culturales»…).
A los actores de peso descriptos por la bibliografía sobre las reformas de los años 90 ‒en particular, los grandes grupos empresarios y los sindicatos más poderosos‒, a partir de 2003 se sumaron las agrupaciones sociales de base territorial que movilizan a los sectores pobres urbanos y que constituyen poderosos organizadores del descontento social. Los actores sociales y económicos realmente existentes de la política argentina tienen vasta experiencia en lidiar con gobiernos de diferente signo y hasta en oscilar entre el apoyo y la oposición a los gobiernos en su fase «ascendente» o «descendente». Saben negociar beneficios y prometer apoyos de costo relativamente bajo. Se mueven con cierta expertise en el corto plazo de los ciclos económicos y políticos. Imponen sus condiciones y expresan sus reparos. Son elementos fundamentales de las condiciones de éxito de un proyecto político al formar parte de la trama de agentes corporativos que participan de negociaciones permanentes con el Estado.
Sobre las coaliciones sociales y políticas que apoyaron y bloquearon el proyecto reformista de Cambiemos versa nuestro libro, El sueño intacto de la centroderecha (Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2023) que se apoya en datos de diversas investigaciones efectuadas desde hace al menos doce años sobre el Pro, los armadores políticos, la construcción de Cambiemos y el gobierno de Macri. Asimismo, en la investigación específica que desarrollamos entre 2018 y 2022, realizamos treinta y cinco entrevistas a actores políticos, empresarios y dirigentes sociales centrales del período, revisamos archivos de coloquios y reuniones empresarias, así como los principales medios de prensa del país. Se trata, en parte, de un libro sobre el gobierno de Macri. Se enfoca en los apoyos políticos y sociales que impulsaron su llegada al poder y contribuyeron a su permanencia. También se centra en los alcances y los límites de su programa reformista, que se orientó a producir una transformación económica y cultural del país. Pero también es, en general, un libro sobre las condiciones sociopolíticas de un proyecto de desregulación económica, apertura de los mercados y disciplinamiento de agentes sociales organizados y sus demandas redistributivas. Es decir, sobre el tipo de actores con los que puede contar una coalición de centroderecha para hacer viable su proyecto y sobre la naturaleza de sus bloqueos y, por tanto, de sus límites.
En definitiva, la resiliencia de la coalición política que impulsó este proceso, así como su capacidad para mantenerse competitiva en términos electorales, nos lleva a reflexionar no solo sobre los antecedentes, las condiciones y el desarrollo de un gobierno, sino también sobre lo que este abrió en términos de transformación del horizonte de posibilidades de la política. Hoy, la centroderecha cuenta con un partido sólidamente arraigado en el centro (agroindustrial) del país y con aliados más o menos poderosos en los otros distritos. Su programa promercado consolidó una oferta electoral inexistente en la Argentina hasta hace unos años en las dimensiones del Pro y de la que, además, sus partidarios pueden esperar victorias y no solo sinsabores. En ese sentido, las elecciones de medio término de 2021, en las que Juntos por el Cambio obtuvo el primer lugar con 42,7% de los votos y el oficialismo peronista quedó segundo con 34,56%, mostraron que la coalición de centroderecha tiene un caudal consistente de votos que puede incluso sobrepasar el 40% obtenido en 2019 si las condiciones le son favorables.
Esta consolidación tiene lugar al mismo tiempo que creció la identificación con la derecha por parte de la sociedad argentina. Según la encuesta World Values Survey, mientras al inicio del ciclo abierto en 1983 apenas el 6,4% de los encuestados en el país se identificaba con posiciones abiertamente de derecha, en 2017 ese porcentaje llegaba al 27,8%. Además, en los últimos tiempos se complejizó la oferta electoral de ese espectro con el fortalecimiento de opciones más radicalizadas, ubicadas a la derecha de la derecha, que, a la vez que dificultan las posibilidades de moderación de la derecha mainstream, contribuyen a ampliar el espectro de lo decible y de lo posible en la política del país.
En ese sentido, la constitución de una oferta libertaria de extrema derecha, hoy encabezada por el economista Javier Milei, crea un vector de radicalización de las posiciones conservadoras en lo cultural, y anti-Estado y antidistributivas en lo económico, que la coalición liderada hasta 2019 por Macri intentaba domesticar. Si el triunfo de Macri en 2015 tuvo mucho que ver con la moderación de las posiciones abiertamente de derecha en su partido, una estética «posideológica» y la promesa de mantener muchas de las conquistas sociales alcanzadas en el ciclo anterior, la nueva configuración del escenario político da espacio para proponer de forma explícita reformas más agresivas que reviertan arraigadas relaciones de poder de la Argentina industrial y, más recientemente, el ordenamiento del ciclo kirchnerista.
El Pro de 2022 busca plantear programas de mayor nitidez ideológica en otros campos, como la regulación de la protesta social y la cuestión de la seguridad. Esta diversificación de la oferta de derecha acentúa la disputa por la definición de la estrategia política, pero también del programa de gobierno de un hipotético nuevo tiempo promercado: ¿es necesario recuperar la lección de la moderación que dejaron tanto el fracaso de la agenda reformista del gobierno de Macri como la derrota en las elecciones de 2019 –y buscar un «consenso del 70%», como empezó a proponer el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y aspirante la presidencia, Horacio Rodríguez Larreta en 2021– o, en cambio, una nueva chance de gobierno debería endurecer la estrategia y radicalizar el proyecto para «hacer lo mismo pero más rápido», tal como expresó Macri en su «autocrítica» tras abandonar el gobierno? En gran medida, este giro hacia una derecha más dura, sobre todo el términos de seguridad, es encabezado por la otra precandidata a la presidencia por esa fuerza: la ex-ministra y presidenta del Pro Patricia Bullrich.
Este libro describe las aristas de estas disyuntivas de la centroderecha argentina, que son en buena parte las de las derechas de América Latina. En países como Brasil o Chile y en buena parte de Centroamérica, las derechas mainstream parecen en retroceso, mientras se consolidan opciones radicalizadas que se montan sobre una polarización política y un descontento creciente con las elites. La pulsión en favor del mercado, la crítica al Estado y los discursos de orden parecen ganar terreno aquí, así como en otras latitudes. La disputa parece ser, en la actualidad, por su representación y su dosificación.
Las elecciones presidenciales de 2023, volverán a poner en juego, quizás como nunca antes, los límites y posibilidades del sueño persistente de la Argentina liberal, que es también el sueño de una Argentina sin peronismo.
Nota: este texto forma parte, con algunas modificaciones, de la introducción El sueño intacto de la centroderecha y sus dilemas después de haber gobernado y fracasado, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2023.