El paleolibertario que agita la política argentina
marzo 2023
El economista Javier Milei ha escalado al tercer lugar en las encuestas importando una ideología «libertaria» de extrema derecha de Estados Unidos. Su discurso atrae votos en medio de una crisis económica sin fin y del rechazo a los políticos.
¿Cómo un autodenominado libertario, admirador de Donald Trump y Jair Bolsonaro y que quiere privatizar hasta las calles, ha logrado llegar al tercer lugar en las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre de 2023? Con esa pregunta podría comenzar la historia del desembarco de Javier Milei en la política argentina.
Este economista de 52 años con estilo «rockero» saltó a la fama hace unos años desde talk shows televisivos donde atacaba con virulencia al economista británico John Maynard Keynes por considerarlo un economista funcional a los «políticos ladrones». Al mismo tiempo, difundía sus ideas «libertarias» en una obra de teatro, una especie de monólogo con escasa producción, frente a audiencias numerosas, en las que se destacaba una amplia presencia de jóvenes.
Varios medios comenzaron a hablar del economista de «peinado raro», por su particular estilo. Él respondió que simplemente abría la ventanilla de su auto y lo peinaba la mano invisible del mercado. Por primera vez, en los programas televisivos mainstream emitidos en horarios centrales se podía ver a alguien que se autodenominaba «anarcocapitalista» y que decía que había que dinamitar el Banco Central.
Consciente de la enorme popularidad que había ganado con su mensaje, el economista decidió lanzarse a la política. En las elecciones de 2021, su sello La Libertad Avanza obtuvo 17% de los votos en la Ciudad de Buenos Aires e ingresó al Congreso Nacional.
La de Milei es una batalla en la que se entremezclan sus puntos de vista ideológicos con un proceso de conversión personal. Y es que, como él mismo ha dicho, en 2013 todo cambió para él. Ese año leyó un artículo del estadounidense Murray Rothbard y sus ideas previas se desmoronaron. En ese momento, consideró que todo lo que había enseñado como profesor de microeconomía -básicamente, teoría neoclásica- «estaba mal». Fue entonces cuando se convirtió a la escuela austriaca de economía de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek.
Fue un verdadero quiebre que, según cuenta, cambió su visión del mundo. Pero lo que unos años antes habría pasado quizás desapercibido, o como un fenómeno puramente folclórico, terminó germinando en un momento particular del mundo: la expansión del trumpismo y la derecha alternativa y el rechazo a la política tradicional. Y de Argentina: el desencanto tanto con el peronismo como con la centroderecha.
Si al comienzo de sus apariciones públicas Milei solo hablaba de economía, de a poco comenzó a incluir una serie de tópicos de las nuevas derechas: el nuevo anticomunismo, la obsesión con el Foro de San Pablo (una red de partidos de izquierda latinoamericanos sin gran incidencia real), el rechazo a la «corrección política», la denuncia de la «casta» política, la reivindicación de la «libertad» y, en líneas generales, la adhesión al nuevo antiprogresismo corporizado en las derechas radicales. Desde esa plataforma, a la que sumó su estilo irreverente, puso en marcha un verdadero fenómeno político.
Murray Rothbard (1926-1995), el referente intelectual de Milei, ya había escrito en 1992, de manera bastante profética, que los libertarios -el prefería llamarse paleolibertario para diferenciarse de los «hippies antiautoridad» del Partido Libertario estadounidense- debían impulsar el populismo de derecha como estrategia política. La estrategia trazada por Rothbard buscaba, fundamentalmente, sacar a los libertarios de su aislamiento político. Según sus pronósticos, una alianza con fuerzas de derecha conservadoras y reaccionarias les permitiría «llegar al pueblo». Su proyecto anticipó fenómenos posteriores como el Tea Party o el trumpismo.
Milei recupera, a su modo, esta tradición. Curiosamente, hoy es el candidato más «ideológico» de la oferta electoral argentina. Y lo es a punto tal que se arriesga a perder votos por ello. Un buen ejemplo sucedió hace unos años, cuando, para seguir fielmente su ideología, defendió «mercados incómodos» como los de compraventa de órganos… e incluso de niños. En el plano internacional, se vinculó con el partido de extrema derecha español Vox, con Jair Bolsonaro (sobre todo con su hijo Eduardo) y con figuras como José Antonio Kast en Chile. Además, apoya a Donald Trump, incluso sus denuncias de fraude y su negacionismo climático. En la discusión intralibertaria sobre el aborto, Milei se define como «provida».
Hoy el economista se dedica a armar su proyecto en las provincias argentinas, donde la política es más «territorial» que ideológica. En su cerrado círculo íntimo aparecen su hermana, a quien denomina «La Jefa» pese a que carece de la más mínima experiencia política, y Carlos Kikuchi, alguna vez vocero del ex-ministro de Economía Domingo Cavallo durante la presidencia de Carlos Saúl Menem.
Con 20% de intención de voto en algunas encuestas, a Milei no le faltan dirigentes locales que en las elecciones de 2023 quieran ir «colgados» de su marca. Según varias fuentes, él habría puesto como condición para cualquier alianza con políticos locales que estos realicen primero un acto de fe apoyando su candidatura presidencial y, luego, que midan por sí mismos al menos 15% en las encuestas. Lejos de apostar a inexpertos y utópicos jóvenes libertarios para renovar la política, en el interior argentino compra llave en mano a figuras o estructuras locales ya instaladas, aunque sean parte de la odiada «casta» política. Así, en Tucumán Milei se alió con Ricardo Bussi, hijo de Antonio Domingo Bussi, condenado por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura militar. Ricardo Bussi hace campaña desde un campo de tiro en favor de la libre portación de armas. Ninguno de esos políticos provinciales oyó probablemente antes el nombre de Rothbard ni podría explicar qué es el «anarcocapitalismo», pero pueden repetir algunos eslóganes sobre la decadencia argentina y la «libertad».
Si en la centroderecha sostienen que Argentina «se jodió» con el peronismo, Milei sitúa ese momento mucho más temprano en la historia y lleva su retroutopía a la Argentina liberal del siglo XIX (cuando aún no existía el Banco Central). Curiosidades argentinas: al igual que el macrismo y otros antiperonistas, Milei considera que el mejor presidente argentino fue Carlos Menem, un peronista, responsable de las privatizaciones masivas de la década de 1990.
Ideológicamente, los libertarios de extrema derecha de Milei contienen una ambigüedad fundamental: si por momentos consideran al estado el Mal absoluto -Milei llegó a decir que el Estado es peor que la mafia- y defienden el armamento individual como solución ultraindividualista de la inseguridad, en otras ocasiones apoyan la mano dura y defienden a la policía, o a gobiernos como el de Bolsonaro.
Es un dilema conocido del ultraliberalismo: entre una democracia «socialista» y una dictadura liberal, sería mejor la segunda. Por eso, en el pasado, varios «liberales» apoyaron la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Pero en el caso de Milei no se trata solo de cinismo o doble rasero. En sus planteos conviven una tensión entre su «anarquismo» y su «derechismo» y un rechazo más o menos explícito a la democracia, asociada a los odiados políticos de la «casta». Milei propone privatizar el conjunto de la vida social, hasta «las calles», que al ser públicas «escupen socialismo», o las cárceles. Como detesta la política profesional, sortea cada mes su sueldo de diputado entre miles de inscriptos.
Sin dudas, si el candidato de la oposición es el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Horacio Rodríguez Larreta (centroderecha más moderada), las posibilidades de Milei en octubre de 2023 son mayores que si es la ex-ministra de Seguridad Patricia Bullrich, que encarna un discurso más duro. De hecho, Milei considera que Bullrich, como Macri, no son «casta». Según algunas encuestas, Bullrich está creciendo, con un discurso «populista de derecha», y Rodríguez Larreta se estaría estancando con su apuesta más centrista. Este último, sin embargo, cuenta con grandes recursos provenientes del gobierno de la ciudad más rica del país. Y queda por saber qué hará finalmente el ex-presidente Mauricio Macri.
En la provincia de Buenos Aires, un distrito estratégico, el peronismo cruza los dedos para que Milei crezca y le quite votos al macrismo. Como en esta provincia no hay segunda vuelta electoral (todo se define en la primera), una buena votación del libertario aseguraría la reelección como gobernador del kirchnerista Axel Kicillof. Por lo pronto, en Juntos por el Cambio tomaron nota del nuevo clima y buscan blindar sus listas con candidatos «liberales», para tratar de contrarrestar el fenómeno Milei.
¿Cuánto hay de rebeldía conformista en los numerosos jóvenes que se sacan selfies con el libertario? ¿Cuánto hay en sus fans de una suerte de homenaje a la celebrity culture? Milei expresa un fenómeno subcultural (en su momento despreciado por algunos politólogos) que se desbordó hacia la política. Una especie de tribu urbana que de pronto fue capaz de generar un fenómeno electoral.
La «libertad» como significante vacío es clave en el discurso de Milei. Y este término tiene declinaciones diversas, desde el «derecho humano» a evadir impuestos (Milei dixit) hasta la reivindicación de la economía informal en zonas populares, que le da votos también en espacios sociales otrora reactivos a votar por liberales demasiado acartonados y elitistas.
¿Será este «libertarismo» un fenómeno pasajero o se arraigará en el paisaje político local? Aún es pronto para saberlo. En cualquier caso, su ascenso refleja una especie de retorno de lo reprimido de la crisis de 2001. Hoy el malestar ha vuelto, en medio de la inflación descontrolada y un futuro en crisis, pero las ofertas «antineoliberales» están erosionadas por los resultados ambivalentes de la propia experiencia kirchnerista posterior a 2003. En ese marco, emerge algo que quedó latente (derrotado ideológicamente) en 2001: la apuesta a superar la crisis no mediante un cuestionamiento del «neoliberalismo» sino, por el contrario, dando un salto hacia adelante: dolarizando la economía. Una propuesta levantada por Menem en 2003.
Milei es parte de un fenómeno más amplio que tiene otros actores en la misma sintonía: que Patricia Bullrich, ex-referente del peronismo de izquierda y hoy referente de la derecha, tenga hoy posibilidades de llegar a la Casa Rosada con un discurso de mano dura -tanto contra la delincuencia como contra la protesta social- es parte de este revival del 2001 sin masas en las calles, pero con mucha frustración social.