«El gobierno de Temer está avanzando contra las conquistas de género»
julio 2016
El nuevo gobierno expresa el conservadurismo clásico de la derecha brasileña y amenaza numerosas conquistas sociales y de género.
Brasil
vive hoy una situación muy compleja. Tras el impeachment a la
presidenta Dilma Rousseff, la derecha ha ganado terreno y dirige hoy
los destinos del país. ¿Cómo ha conseguido la derecha ganar
impulso tras años de transformaciones sociales de los gobiernos
petistas? ¿Ha habido errores importantes que han permitido ese
ascenso?
Nosotros gobernamos Brasil desde 2003. Hay una generación entera que creció bajo nuestros gobiernos y entienden esas conquistas sociales por las que luchamos, como cosas naturales y no necesariamente dadas por una ideología o por un compromiso de la izquierda en elaborar esas políticas. Es un punto importante a tener en cuenta a la hora de hacer una evaluación, porque no fueron pocos los que vieron las conquistas como algo dado e irreversible, como un hecho natural.
Claro que también la crisis económica afectó y, en determinado momento, pudo parecer que habíamos «vendido» algo que no era real en la campaña. Pareció que nosotros prometimos una condición económica en el país que estalló justo después de las elecciones en las que Dilma resultó electa.
Por otra parte, creo que hubo ciertos momentos en los que faltó diálogo. Y ello abrió, lógicamente, un espacio para que la derecha pudiera colocar sus ideas conservadoras de modo masificado en la sociedad, lo que hizo que las elecciones de 2014 fueran tan polarizadas.
Desde la juventud, y hay que reconocerlo, hubo momentos en los que hicimos autocríticas y análisis de modo muy apresurado. Bregábamos por más participación pero no logramos organizar a muchos jóvenes.
Hoy, con todos nuestros errores, vivimos un retroceso. El gobierno de Michel Temer ha demostrado que puede avanzar en la destrucción de buena parte de las políticas progresistas que planteamos y conseguimos con Lula y Dilma, y este es momento de reflexionar al respecto para resistir y luchar.
Dilma Rousseff afirmó en una entrevista en el New York Times que su destitución se vinculaba también a su condición de mujer. Ahora, el gabinete de Temer carece de mujeres. ¿Hay misoginia en la derecha brasileña? ¿Cuáles son sus expresiones?
Creo que sí. Considero, de hecho, que uno de los factores de la intransigencia con la presidenta Dilma tiene un componente fuertemente machista y un marcado preconcepto de género. En diversos medios se ha instalado la idea de que, cuando un hombre grita en una reunión, se trata de una persona con carácter, que expresa vehementemente sus ideas. Mientras que, cuando lo hace una mujer como Dilma se trata de una loca rabiosa. Esas construcciones muestran parte de la misoginia de la derecha.
Ha habido sucesos que marcan esta conducta. Un periódico publicó hace algunas semanas que el presidente Temer estaba nervioso en una reunión política compleja, mostrándolo serio, cuando era de público conocimiento que había gritado en dicha reunión. Si la misma situación se hubiese producido con Dilma, la noticia habría sido diferente: se hubiese dicho que a ella le falta capacidad para lidiar con situaciones tensas por ser mujer.
Afortunadamente, Dilma no debe probar nada porque ha sido una militante política importante durante la dictadura y lidiar con situaciones tensas es algo que ya ha probado que puede hacer.
La derecha ha colocado además una agenda conservadora, de retroceso en los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres; por ejemplo, avanzó en la prohibición del uso de la «píldora del día después», que es una garantía y derecho conquistado por las mujeres.
¿El gobierno de Temer amenaza con retrotraer las políticas de integración de género? El matrimonio igualitario, instaurado definitivamente en 2013, ¿puede ser derogado o es ya una conquista irreversible?
Es un tema extremadamente complejo. Creo que es la agenda de género está presente en el Congreso y la derecha va a avanzar sobre esas conquistas. Por otra parte, las primeras movilizaciones contra la agenda de retrocesos en el Congreso Nacional partieron de los movimientos de mujeres y de los colectivos feministas. Por lo tanto, habrá ofensiva pero también resistencia. Lamentablemente, este no es un buen momento para que la agenda progresista vinculada a los derechos sexuales y reproductivos avance. Es un momento de resistencia. Pero yo confío en que la sociedad brasileña va a entender que ciertas conquistas obtenidas son ya derechos fundamentales y básicos. El acceso a la píldora es un derecho básico, el acceso a métodos anticonceptivos es un derecho básico. En este sentido, ha surgido una reacción por parte de esos movimientos de mujeres y particularmente jóvenes.
El problema con la agenda de género como la de este gobierno es que manifiesta una visión atrasada y colonialista, propia de la derecha brasileña. Porque, si analizamos otras derechas en el mundo, vemos casos distintos. El primer ministro de Canadá no es de izquierda, es un liberal pero sus posiciones son abiertas y plurales. La derecha brasileña no llegó ni siquiera a atravesar el umbral para que podamos considerarla liberal. Es conservadora y lo demuestra con estos retrocesos.
En el nuevo gabinete no sólo no se observan mujeres, tampoco vemos negros allí. ¿Vuelve Brasil al modelo tradicional del hombre blanco, de familia, acomodado?
Sí. Es un modelo social basado en una derecha muy conservadora, muy clientelista, muy patrimonialista, muy corporativa. El gobierno representa lo que es la elite brasileña: la supremacía masculina, blanca, de clase media y clase alta. Y esto causa incomodidad, inclusive en personas que apoyaron el procedimiento de impeachment de la presidenta. Porque, hay que asumir, que muchos liberales también han defendido la diversidad, ¿y cómo van a aceptar ahora a un gobierno que la niega? En definitiva, este gobierno representa el atraso.
Usted ha afirmado que «Una mujer negra y feliz es un acto revolucionario» y ha pregonado el feminismo negro. Cuéntenos en que consiste y cuál es su rol en el presente político de Brasil.
Yo comencé mi militancia política en el movimiento estudiantil. Primero en el colegio secundario y luego en la universidad. Sin embargo, y aunque me sentía identificada con las ideas de la diversidad, no participaba de los movimientos feministas, a los que me integré recién en la Universidad de San Pablo (USP) en la que estudié y en la que la presencia de negros es muy minoritaria (cerca de 3%). Y, cuando comencé a participar en las reuniones feministas, sentí que faltaba algo.
En la Facultad de Derecho, asistí a un debate iniciado por una mujer negra de un barrio de la periferia de San Pablo, de los que se conocen como «barrios dormitorio». Esa mujer habló del feminismo negro y yo me quedé anonadada con eso, y comencé a indagar en el asunto. Así, me encontré con las formulaciones de los años 70, con la historia de las norteamericanas Angela Davis, Audre Lorde y Patricia Hill Collins, y con las luchadoras brasileñas Lélia Gonzalez y Sueli Carneiro. Ellas insistieron en que nosotras, las mujeres negras, hemos tenido problemas comunes con las mujeres blancas pero también una historia muy diferente. De hecho, mientras las mujeres no negras demandaban derechos laborales, poder acceder al mundo del trabajo, nosotras no lo hacíamos porque hemos trabajado siempre, teniendo en cuenta el pasado esclavista de Brasil. Por eso Lélia Gonzalez y Sueli Carneiro llaman la atención sobre la importancia de «ennegrecer el feminismo». Nosotras somos mujeres, todas sufrimos opresión de género, pero tenemos un recorte de raza que está marcado y que debe ser recordado y puesto de relieve.
Cuando yo dije que una mujer negra feliz constituye un acto revolucionario fue a causa de una lectura que hice de Bell Hooks, que es una intelectual negra norteamericana feminista. Ella tiene un texto llamado «Viviendo de amor», en el que discute la cuestión de la negación de la felicidad y de la negación del amor a la población negra. Durante el período de esclavitud, a los negros les fue negado el derecho a la familia. Las madres eran separadas de sus hijos. En fin, las relaciones pautadas por la violencia, por la deconstrucción del derecho al amor, del derecho al afecto, son cosas que tenemos que problematizar. Bell Hooks afirmaba que la mujer negra tiene que darse esa posibilidad de amarse y de amar al otro y que ello constituye ya una acción revolucionaria. Porque la población negra consigue emanciparse a partir del momento en que hace una reconstrucción interna. Debe reconstruir la autoestima y reconstruir su historia para poder luchar.
¿Y han conseguido las mujeres jóvenes negras liderar espacios políticos de relevancia en la izquierda? Usted es secretaria municipal del PT de San Pablo, lo que implica un avance muy importante...
En 2015 en Brasil, nosotras tuvimos lo que llamamos Primavera de las Mujeres, que comenzó con esa resistencia en relación a la agenda conservadora. Y, en ese proceso, emergieron nuevas líderes negras. En los años 90, a pesar de que tuvimos conferencias importantes que instituyeron el Día de la Mujer Negra Latinoamericana y Caribeña, parecía que no había una organización viva y colectiva de las mujeres negras en Brasil. Eso comenzó a cambiar en los años 2000, principalmente de 2010 para acá. Ahora hay nuevas líderes políticas e intelectuales, mujeres negras que comenzaron a disputar espacios. Podría citar a algunas, pero temo olvidarme de otras y no quiero generar omisiones. Lo cierto es que hoy esas mujeres negras han logrado retomar debates muy importantes en la agenda de las políticas públicas en el Brasil.
Yo, como usted decía, soy secretaria municipal de mujeres del Partido de los Trabajadores (PT) de la ciudad de San Pablo. Y soy, por ejemplo, la primera mujer negra joven que ocupa ese puesto en la mayor ciudad del país y que, en números absolutos, tiene mayor proporción de negros. Entonces, uno se pregunta: ¿cómo nunca había habido una mujer negra al frente de ese puesto?
Hoy ocupamos papeles estratégicos y hemos colocado esta discusión al punto de que, vemos feministas no negras ya citan y reflexionan en base a intelectuales y militantes negras como algo natural.
Juliana Borges es secretaria municipal de mujeres del Partido de los Trabajadores de San Pablo.
Traducción: Claudia Solans