Luces y sombras de la ONU en Haití
noviembre 2017
Las labores de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití culminaron este año. Su rol fue útil en la estabilización política del país. Sin embargo, no estuvo exenta de escándalos. La introducción del cólera en el país por parte de uno de sus agentes, y los casos de abuso sexual mancharon su accionar.
La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití acabó este año y, según su jefa, Jovenel Moise, los objetivos para los que fue creada se vieron cumplidos. Según su mirada, la organización abandona el país dejándolo «más estable» y con instituciones «más fuertes». ¿Qué opina sobre esto? ¿Coincide con estas expresiones o cree que el país no está en una buena situación?
Ha habido algunas mejorías en la estabilidad y las estructuras de Haití durante el mandato de la MINUSTAH. Pero son modestas, especialmente si se tiene en cuenta el costo —más de 7 mil millones de dólares— y el tiempo: más de trece años. La mayoría de los haitianos cree que Haití tendría mucha más estabilidad si esos recursos se hubieran invertido de una manera más directa y práctica. Los haitianos creen que gran parte del tiempo y los recursos de la MINUSTAH se invirtieron en interferir en la política haitiana de forma partidista en lugar de proporcionar un respaldo neutral para la creación de instituciones.
El presidente Moïse tiene razón en que Haití ahora tiene todos sus funcionarios electos, incluido un Presidente y un Parlamento completo, lo cual es positivo. Pero el presidente Moïse asumió su cargo recién después de un año, en el que fue «presidente interino», una figura no reconocida por la Constitución. Y cada una de las elecciones celebradas en los 13 años de la MINUSTAH se hizo con tardanza, la mayoría de ellas con mucha tardanza. La participación de los votantes en la serie más reciente de elecciones fue de alrededor del 20%, lo que indica una menor fe en la democracia entre las personas que más importan, los votantes haitianos.
Los funcionarios de la ONU mencionan el traspaso pacífico del poder de un presidente electo al otro como una medida clave del éxito de la misión. Pero eso solo sucedió una vez durante los trece años de la MINUSTAH: en 2010, pero debería haber sucedido también en 2005 y 2015. Por el contrario, Haití logró un traspaso pacífico entre presidentes electos dos veces en la década anterior a la llegada de la MINUSTAH.
Diversos sectores han afirmado que la MINUSTAH ha tenido graves problemas de funcionamiento. Uno de los casos más resonantes es el de la epidemia de cólera que azotó al país desde 2010 y que fue introducida involuntariamente por agentes de la misión. En 2016, Ban Ki-moon pidió disculpas y asumió la «responsabilidad moral» por los hechos. ¿Cambió el enfoque de la misión y de la ONU luego de esas disculpas? ¿Qué balance puede hacerse de esas actuaciónes defectuosas?
La introducción del cólera en Haití, por la descarga al sistema fluvial más grande de Haití de desechos humanos infectados provenientes de una base de mantenimiento de la paz, puede describirse como un grave problema operacional. No fue intencional, aunque fue imprudente, y parte de una falla sistémica para tratar adecuadamente los desechos de la misión. Pero la negación por parte de la ONU de su papel en la introducción de la enfermedad, mucho después de que sus propios expertos concluyeran que la organización era responsable, y su negativa a cumplir con sus obligaciones legales no impugnadas con respecto a las víctimas no son fallas involuntarias. Son una traición intencional, deliberada y calculada a los principios más básicos de la ONU en materia de apoyo al estado de derecho y los derechos humanos.
Las disculpas del Secretario General Ban Ki-moon hace un año fueron un paso positivo hacia una ONU que viva según sus propios principios, como también lo fue una visita en noviembre de la Vicesecretaria General, Amina Mohamed. Pero 10.000 haitianos han sido asesinados, más de un millón han enfermado, con decenas de miles de nuevas enfermedades cada año. El hecho de no implementar concretamente una respuesta justa a la epidemia es poco menos que escandaloso.
El enfoque de la misión no cambió sustancialmente con las disculpas del Secretario General Ban Ki-moon, pero se supone que cambiará con la transición de la actual MINUSTAH a una nueva misión, MINUJUSTH, encargada de promover el estado de derecho. Sin embargo, a menos que la ONU haga más para cumplir con sus propias obligaciones legales frente a las víctimas del cólera, la MINUJUSTH no tendrá la credibilidad que necesita para sermonear a los haitianos sobre el estado de derecho, y la misión será una pérdida de más tiempo y más dinero.
¿Qué ha pasado con las denuncias de violaciones y las denuncias por uso excesivo de la fuerza por parte de miembros de la MINUSTAH? ¿Ha habido juicios o procesos? ¿Se están tomando medidas para realizar transformaciones en la relación entre las fuerzas que se envían a Haití y su relación con los ciudadanos?
Se han realizado juicios aislados sobre violaciones cometidas por la MINUSTAH, pero estas son excepciones que demuestran que la regla es la impunidad. Por ejemplo, la agresión sexual contra Jhony Jean, un adolescente haitiano, fue grabada por uno de los atacantes en un vídeo que fue subido a Internet en 2011. Cualquiera que mire el vídeo vería que hay motivos para una investigación seria. Pero la MINUSTAH negó de inmediato que hubiera habido una agresión sexual y afirmó que se trató de un acto consensuado. Fue solo cuando se generó suficiente indignación en las redes sociales que la Misión inició los procedimientos. Esos procedimientos fueron defectuosos: los soldados fueron enjuiciados en su país de origen y sin todas las pruebas. Los cargos fueron inicialmente desestimados y luego restablecidos, lo que finalmente condujo a una condena por el delito menor de «violencia privada», con un máximo de tres años de prisión. Si hubo negaciones, desestimaciones, demoras y un leve castigo final en un caso donde la evidencia era tan clara, las víctimas y los victimarios saben que hay muy pocas posibilidades de que se haga justicia en la gran mayoría de los casos donde no hay vídeo.
Parece que toda la ONU está participando en discusiones serias sobre cómo responder mejor a la explotación y abuso sexual (EAS) por parte de su personal. Pero en este punto esas discusiones no han tenido impacto sobre el terreno. Se han producido escándalos relacionados con EAS por parte de agentes de la ONU desde que hay misiones de mantenimiento de la paz, pero la ONU continúa distendiendo las crisis con promesas de «tolerancia cero». Las promesas nunca han estado acompañadas de iniciativas serias de rendición de cuentas, especialmente otorgando a las víctimas el derecho a presentar demandas civiles, y siempre se incumplen. De hecho, en 2004, el Príncipe Zeid Ra'ad Al Hussein, ahora Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, observó que «la situación ahora parece ser de un cumplimiento cero con la tolerancia cero».
Uno de los puntos que suelen mencionarse a favor de la MINUSTAH es el haber logrado cierto fortalecimiento del Estado de Derecho, garantizado la elección en las urnas de tres presidentes y la reducción de la violencia social. ¿Estos progresos pueden ser sostenidos hoy sin la misión? ¿Cómo ve usted la situación de las instituciones políticas haitianas en el contexto actual?
Las tres elecciones fueron positivas, pero también fueron limitadas. Las elecciones de 2006 fueron tardías y profundamente polémicas: varios partidos políticos, incluido el más popular, Fanmi Lavalas, boicotearon las elecciones porque el gobierno había encarcelado ilegalmente a muchos de sus líderes (una demanda posteriormente confirmada por una decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos). Incluso el eventual ganador, René Préval, tuvo que cancelar sus actividades finales de campaña debido a los ataques. Hubo, sin embargo, una concurrencia aceptable: 59%. En las elecciones de 2010, Fanmi Lavalas y otros partidos fueron excluidos ilegalmente, y la tasa de participación se redujo al 23%. Las elecciones de 2015 se retrasaron debido a actos de violencia, en su mayoría cometidos por partidarios del gobierno, y por irregularidades. Como resultado, Haití tuvo una Presidencia interina inconstitucional durante un año, y la participación de los votantes alcanzó un mínimo histórico, inferior al 20%.
Las dos elecciones presidenciales que tuvieron lugar antes de la llegada de la MINUSTAH, en 1995 y 2000, tuvieron sus problemas, retrasos incluidos, y en 2000, un boicot de varios partidos. Pero lograron un traspaso pacífico del poder de un presidente electo a otro, e inspiraron a los votantes a acudir a las urnas: un 79% en 2000, por ejemplo.
A partir del 16 de octubre se puso en marcha la Misión de las Naciones Unidas para el Apoyo a la Justicia en Haití (MINUJUSTH). ¿Qué se espera de esta nueva misión? ¿Cómo está encarando sus políticas para fortalecer el Estado de Derecho en Haití en un país que sigue estando azodato por grabes problemas políticos pero también económicos y sociales como la malnutrición, el déficit de infraestructuras y el hacinamiento?
Llegué por primera vez a Haití con el programa de Voluntarios de las Naciones Unidas, como parte de la MICIVIH, una misión civil de derechos humanos conjunta de la ONU y la Organización de los Estados Americanos. Al igual que a la MINUJUSTH, se nos encomendó la tarea de promover el estado de derecho. Así como el personal de la MINUJUSTH indudablemente lo hará, hemos pasado gran parte de nuestro tiempo reuniéndonos con la Policía, funcionarios judiciales, grupos de base y ciudadanos comunes haitianos para discutir sobre el estado de derecho. En casi todas las reuniones, los participantes haitianos pusieron a prueba nuestra credibilidad, por lo general dando algún ejemplo de que nuestro país de origen o la propia ONU no cumplen con los principios que estábamos tratando de aplicar a Haití.
Hicieron buenas preguntas y quedó claro que nuestras respuestas a las preguntas hicieron que los participantes tuviesen disposición a escuchar lo que teníamos para decir sobre el estado de derecho. Sentimos que perderíamos algunos puntos al admitir las deficiencias de nuestros países de origen, pero que perderíamos más puntos aún si negáramos injustificadamente esas deficiencias o si las minimizáramos.
Policías, jueces, periodistas, alcaldes, líderes de base y ciudadanos haitianos desafiarán al personal de la MINJUSTH sobre por qué los haitianos deberían escuchar sermoneos sobre el estado de derecho por parte de una organización que ignora sus responsabilidades legales frente a las personas a las que, se supone, protege contra violaciones a los derechos humanos. Espero que el personal de la MINUJUSTH encuentre una manera de responder a estas preguntas que les permita defender con éxito el respeto por el estado de derecho, pero no puedo imaginarme cuál sería esta respuesta.
Los problemas que usted mencionó —políticos, económicos y sociales— hacen que el fortalecimiento del estado de derecho sea cada vez más difícil y más importante. Las crisis regulares de Haití desvían constantemente la energía del gobierno y a la sociedad civil de asuntos estructurales de derechos humanos. La inestabilidad política, especialmente, asegura que los ministros y otros altos líderes prioricen las iniciativas que puedan dar fruto en el poco tiempo que esperan permanecer en el cargo. Esto hace que se prefieran las soluciones de corto plazo, generalmente superficiales, a expensas de reformas más sostenibles y sistemáticas.
Por otro lado, mientras el estado de derecho en Haití sea tan débil, siempre será vulnerable a las crisis, tanto las generadas por desastres naturales como las generadas por los seres humanos. Entonces, el trabajo debe continuar, a pesar de los desafíos.
Traducción: Carlos Díaz Rocca