Masculinidades críticas para vencer al patriarcado
julio 2017
Hay varones que luchan contra el patriarcado. Están decididos a construir nuevas relaciones sociales que destierren el machismo. ¿Quienes son y qué proponen? En esta entrevista, Leonardo Fabián García, experto en género y desarrollo, comenta de qué se tratan las nuevas masculinidades.
Desde hace ya un tiempo ha aparecido en el debate público la temática de las llamadas «nuevas masculinidades». ¿En qué consisten estas exactamente y qué tipo de crisis o dislocación generan en los roles y las imágenes que comúnmente tenemos de las relaciones entre hombres y mujeres?
El de «nuevas masculinidades» es un concepto en disputa. En la región se le cuestiona, en el nivel epistemológico y político, la ausencia de una posición crítica frente a los ejercicios del poder y a la opresión sobre las mujeres. Se reclama que al término se le ha dado un uso mediático y superficial, como si se tratara de una moda o un nuevo formato para reciclarse socialmente. De allí se desprende el imaginario del hombre nuevo como aquel que cuida su cuerpo, que cocina, llora, cambia pañales e incorpora discursos progresistas y políticamente correctos en lo público. Sin embargo, se sospecha que asumir tales prácticas no garantiza un cambio real, pues al no responder a la búsqueda de un cambio profundo, los neomasculinos pueden verse mejor, más saludables y colaboradores, y paralelamente mantener conductas sexistas y homófobas. Es decir, ese cambio estético prometedor no contribuye a modificar las desigualdades estructurales entre los géneros. En consecuencia, se asocian las nuevas masculinidades con una adecuación contemporánea del patriarcado.
En contraste, en los últimos años, diversos colectivos han asumido las nuevas masculinidades como plataforma de acción política. Conscientes de los riesgos que implica el uso común del término, consideran estratégico aprovecharlo para llegar cada vez a más hombres y así promover su conceptualización como el ejercicio crítico permanente del poder en el plano individual y social, cuya materialización se alcanza ya no en el discurso, sino en la práctica cotidiana en lo privado y lo público. Así, la nueva masculinidad no se refiere a la emergencia de nuevos hombres sino a la incorporación constante de la pregunta y acción frente a los usos abusivos del poder. Como tal, no se define un contenido específico sobre lo que deben ser y hacer los hombres; por el contrario, al asumir la nueva masculinidad como un proceso de humanización, se invita a los varones a reconocer y a hacerse cargo del machismo tradicional que han heredado y a explorar toda su potencialidad humana hacia el logro de la equidad entre mujeres y hombres.
Fuera de este aparente dilema, en la actualidad existe un consenso en reconocer que es imperativo configurar la masculinidad como una categoría política cuyo núcleo es el cuestionamiento de las relaciones de poder dominantes, el desmonte de los privilegios masculinos y la búsqueda de la igualdad sustantiva para mujeres, hombres y personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI). Algunas de las tendencias y propuestas más destacadas en la región son las masculinidades igualitarias, alternativas, trasformadoras o antipatriarcales.
Las reacciones antifeministas a las luchas de género ¿son en parte las generadoras de esta contracara constituida por varones que se asumen como feministas? ¿Qué tipo de paradigmas proponen los llamados «varones antipatriarcales» y hasta qué punto pueden realmente escindirse de la cultura machista imperante?
Los grupos conservadores o reaccionarios tienen como propósito defender el orden «natural» del sistema heteronormativo patriarcal. En ese contexto, las luchas actuales de los hombres que se autodenominan feministas responden a procesos colectivos en los que se somete a revisión crítica el concepto mismo de masculinidad. Existen diversas posturas, unas buscan la resignificación política del concepto incluyendo los derechos humanos, la justicia, equidad e igualdad sustantiva como principios. Otras posturas plantean, incluso, su abolición, por considerar que se trata de una categoría que se basa en el privilegio masculino y con su existencia se legitima la dominación y opresión de las mujeres y los sujetos feminizados.
Los varones antipatriarcales, que en el Cono Sur tienen una aparición reciente que data de finales de la década de 2000, se expanden por América Latina. Promueven una ruptura con el cerco patriarcal que ha determinado el ejercicio de la masculinidad como una posición de poder. Una de sus primeras interpelaciones es nombrarse varones, no hombres, pues este último ha sido el signo de los privilegios de ese sistema en la historia de la humanidad. Pero no se trata de un cambio de apariencia, sino que proponen la despatriarcalización de la vida. Dicho proceso no solo es individual sino colectivo, en él se pueden identificar dos momentos. El primero pasa por reconocer y desmontar las ventajas y los beneficios que se obtienen por el hecho de ser hombre y la subordinación y las violencias necesarias para producir dichos privilegios. En el segundo, se transita de la reflexión colectiva a la lucha y denuncia social de un modelo que en el plano cultural limita el acceso a recursos y oportunidades a los sujetos no masculinos y amplía las brechas sociales, económicas y políticas entre los géneros. De esa manera, estos colectivos agencian por derechos iguales para mujeres, hombres y personas LGBTI, por el fin de la violencia contra las mujeres, el acceso y libre ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos.
Los varones y colectivos antipatriarcales, a la luz de las teorías feministas y de la mano del movimiento social de mujeres, están generando una crisis sin precedentes del modelo hegemónico de masculinidad. No obstante, los límites y riesgos que traen para sí mismos es reproducir las prácticas del modelo que quieren transformar o, peor aún, instaurar un modelo de masculinidad que, por libertario que sea, mute en normativo y, como todo modelo, se convierta en excluyente e inalcanzable.
Buena parte de los varones que se asumen como antipatriarcales forman parte de colectivos de debate y discusión sobre el machismo y sobre el cambio de conductas en sus relaciones. ¿Cómo es el desarrollo de ese tipo de experiencias y qué tipo de discusiones se ponen en juego?
Cada colectivo tiene intereses propios y responde a los contextos de cada país. El común denominador es la resistencia y la transformación del patriarcado y sus modelos de identidad. Los colectivos surgen dentro de grupos de amigos, de hombres cercanos a organizaciones de mujeres o que forman parte de movimientos sociales. Generalmente empiezan preguntándose por el malestar común: la masculinidad hegemónica y el impacto en sus vidas y en la de las mujeres. Hacia el interior, lo personal no se lee como un elemento exclusivo de la configuración de una subjetividad o identidad, se aborda como parte de la agenda de las luchas sociales en clave de interseccionalidad feminista y como respuesta a las formas de dominación del patriarcado, el capitalismo y el colonialismo.
Otro factor común es que no se instalan en la discusión interna y autocomplaciente. Se pretende una mirada autocritica y transformadora de sus privilegios y violencias con orientación a la acción. De tal manera que es frecuente ver a estas organizaciones participando o liderando acciones artísticas, políticas y educativas, como marchas, performances, tomas de espacios públicos, actos simbólicos de alto impacto, talleres, encuentros, entre otros. Los colectivos rompen la normalidad, generan opinión y exigen respuestas de la sociedad, los gobiernos y las políticas públicas en temas como el aborto, el feminicidio, la explotación sexual, la trans-lesbo-bi-homofobia y la separación Iglesia-Estado, entre otras agendas.
Muestra de ello es que en octubre de 2017 se realiza en Chile el II Encuentro Latinoamericano de Varones Antipatriarcales, convocado con el objetivo de «la despatriarcalización de las relaciones personales y las prácticas cotidianas, a través del des/aprendizaje, deconstrucción y critica colectiva de nuestros privilegios, activando y potenciando procesos que permitan prefigurar alternativas políticas libres de machismo, sexismo, LGTTBIfobia, y llenxs de amor». Al espacio están invitados varones con o sin pene. Este encuentro representa el avance de un proceso que nació en Argentina con la realización de cuatro encuentros nacionales de colectivos de varones iniciados en 2012, al que asistieron 50 varones y que pasó a tener 400 en el primer encuentro latinoamericano. Algunas de sus de sus consignas nos permiten vislumbrar su contenido político: «¡Bomba al patriarcado!»; «Ni machos ni fachos», «Varón bonito es el que cuestiona sus privilegios»; «La violencia es capitalista, patriarcal y heterosexual»; «¡Basta de violencia contra las mujeres!»; «Celar no es amor»; «Aborto legal, seguro y gratuito».
¿En qué medida las nuevas masculinidades modifican la publicidad y los diversos espacios donde se construyen imaginarios sociales sobre los hombres y las mujeres?
Los medios de comunicación han sido un vehículo clave para masificar el concepto de nuevas masculinidades, más no para la transformación de la masculinidad. En los medios, la nueva masculinidad se convirtió en una cosa, en un producto deseable que muchos hombres quieren, sienten que pueden y necesitan llegar, porque, entre otras cosas, enuncia el «deseo» de las mujeres y de una sociedad contemporánea que promete reconocimiento, prestigio y mayor valía. Así, es frecuente encontrar nuevos hombres impecables en su aspecto y con vidas acríticas ante las disparidades entre ellos y las mujeres, o aquellos que consideran que la violencia contra las mujeres es asunto de ellas, que ganar más que una mujer con igual formación es el orden natural de las cosas, o que a las mujeres se les dan más fácil las tareas del cuidado. Los medios son uno de los principales agentes de socialización y producción de masculinidades hegemónicas. Si bien se ven algunos movimientos positivos, como el comercial de Tecate donde se invita a los hombres a no ejercer la violencia contra las mujeres u otros spots donde se muestra a hombres realizando tareas domésticas, lo cierto es que se carece de una visión societal que busque un cambio radical en las relaciones de género, por lo que puede afirmarse que en la publicidad sigue intacto el modelo patriarcal.
El proceso que explicas parece, por supuesto, provenir de la superficie social y de colectivos muy concientizados en torno del tema. Pero ¿qué pasa con los Estados? ¿Hay políticas de promoción? ¿Existe algún tipo de decisión política en los países latinoamericanos para propiciar las nuevas masculinidades en el marco de las luchas de género?
A pesar de los avances teóricos y el creciente interés social y político, el abordaje integral de las masculinidades es todavía una asignatura pendiente en la mayoría de los Estados de la región. Son contadas las experiencias sostenidas que se han desarrollado. Brasil, Chile y México son los países con mayores avances, sin embargo los recursos y la atención brindados son insuficientes en relación con la magnitud de los problemas que se derivan de la configuración de una masculinidad violenta, que convierte a América Latina en una de las zonas con mayores brechas de género y número de feminicidios del mundo.
Se requiere convertir a los hombres en sujetos de políticas públicas, ya no solo desde un enfoque punitivo, pues claro está que el temor a la ley no detiene las muertes, las aumenta. Entonces, es preciso adoptar enfoques transformadores de la masculinidad como eje articulador para la prevención de la violencia hacia las mujeres y de los sistemas sociales y culturales que producen la desigualdad.
Leonardo García es magíster en Género y Desarrollo por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Es especialista en la temática de las masculinidades.