Entrevista

¿Qué puede y qué debe hacer la izquierda socialdemócrata para recuperar impulso?

Entrevista a Henning Meyer


marzo 2017

La socialdemocracia precisa desarrollar una nueva narrativa acorde a una era de incertidumbre. El reconocido periodista e investigador Henning Meyer afirma que es posible.

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Usted ha afirmado que la izquierda socialdemócrata precisa desarrollar una nueva visión y una nueva narrativa. Además, recientemente ha sostenido que Donald Trump manifiesta, desde la derecha más reaccionaria, un discurso de autenticidad y de relacionamiento con grupos ciudadanos que debe ser evaluado cuidadosamente. ¿Que tipo de narrativa puede y debe construir la izquierda socialdemócrata en un contexto en el que los discursos y las estrategias «anti-elitistas» han ganado terreno?

Por mucho tiempo he sostenido que la idea de «buena sociedad» podría ser la nueva narrativa de la socialdemocracia. Los socialdemócratas necesitan representar la esperanza de un futuro mejor y no solo presentarse como los gerenciadores de la política del día a día. Se trata de algo así como una habilidad técnica, pero debe ser claro por qué los socialdemócratas quieren estar en el gobierno. Si la gente cree que el objetivo último es simplemente estar en el gobierno, termina perdiendo la confianza en que los socialdemócratas sean las personas correctas para llevar adelante a la sociedad en beneficio de todos. Entonces, cuando se vuelven evidentes problemas mayores, como la desigualdad, la gente busca alternativas políticas, incluso algunas que no son realistas. Si uno está desilusionado con la política actual y alguien trata de venderle «soluciones» simples, pero en última instancia inviables, se puede sentir tentado. El problema es: ¿qué ocurre cuando se vuelve evidente que no existen las soluciones simples?

El triunfo de Trump, del Brexit y el ascenso de la derecha europea parecen expresar el desencanto, no solo con la globalización, sino también con las estructuras democráticas. Esas estructuras, que son defendidas por la izquierda socialdemócrata, deben estar presentes en cualquier discurso político. ¿Puede ser creíble un discurso que no abjure de ellas y que, a la vez, pretenda disputar desde las mismas el poder político a la extrema derecha? ¿No son esas estructuras las que, en ocasiones, colocan a la izquierda como parte del «sistema»?

Ese es exactamente el problema. Si la gente tiene la sensación de que el «sistema» no es receptivo y de que, sin importar lo que uno haga, no se puede introducir ningún cambio, se vuelve permeable al mensaje populista de que las elites manipulan el juego contra la gente común. El mensaje populista se basa siempre en la declaración de que ellos son los únicos que pueden representar legítimamente la «verdadera voluntad de la gente» contra el sistema, es decir, contra aquellas personas que aparentemente son indiferentes.

Esto es también lo que hace tan difícil combatir a los populistas, ya que los candidatos tradicionales son siempre necesariamente un producto del sistema. La solución se encuentra en lo que Jürgen Habermas llamó la introducción de un nuevo pluralismo. El «sistema» necesita presentar soluciones alternativas claras entre las cuales la gente pueda elegir, sin verse forzada a escapar hacia los mentirosos o algo peor. La creación de una nueva narrativa para la socialdemocracia ayudaría a hacer justamente eso: diferenciar a los socialdemócratas de sus competidores políticos y crear una nueva visión de futuro en la que la gente pueda confiar de nuevo. La tarea principal es recuperar la confianza y esto, a su vez, se convertirá en el arma más importante contra el avance de los populistas.

¿Qué sucede con el desencanto de la clase trabajadora y de los perdedores de la globalización? ¿Qué tipo de propuestas puede ofrecer la socialdemocracia como alternativa a la extrema derecha reaccionaria? ¿Es posible recuperar caudal electoral e impulso político con propuestas progresistas como la renta básica de ciudadanía o con cargas impositivas a los procesos de digitalización y robotización?

La clave es no imitar la postura de los populistas en el intento de recuperar a sectores de la clase trabajadora, ya que esto es malinterpretar el problema. En mi opinión, el problema no es que parte de la clase trabajadora esté convencida de las soluciones que ofrecen los populistas. Lo que sucede es que no confían en las alternativas disponibles. Esta distinción es crucial, ya que significa que se puede reconquistar a la gente para sumarla a un proyecto socialdemócrata si se encuentra la forma de reconectarse con ella y recuperar su confianza. Esto es posible con una agenda que incluya el respeto y la dignidad. El meollo del problema es que mucha gente de la clase trabajadora ya no se siente respetada. La creación del respeto mutuo es el primer paso para reconstruir la confianza. Desafortunadamente, algunos partidos socialdemócratas, como el Partido Laborista británico, no hacen esa distinción, sino que tratan de imitar la postura de los populistas. Pero este no es el problema de fondo.

Que haya una tendencia a imitar tampoco es sorprendente. Una narrativa sobre un futuro mejor es necesariamente un proyecto político de transformación en el sentido en que uno desearía cambiar paulatinamente el statu quo. Sin embargo, la socialdemocracia se ha vuelto muy transaccional en las últimas décadas. Los socialdemócratas han tratado de complacer las preferencias de segmentos específicos de votantes para ganar votos para las siguientes elecciones. Esa es la transacción: sé que quieres X, te voy a dar X y en consecuencia espero que me votes. El problema es que ese enfoque no contribuye a crear una agenda política coherente, ignora al núcleo de votantes habituales y equivale a reaccionar frente al estado de ánimo del momento en lugar de moldear el futuro y ganar el apoyo necesario para esa idea de futuro.

Friedrich Hegel veía la historia como una secuencia de tesis, antítesis y síntesis. Si la globalización fue la tesis, entonces la Tercera Vía fue la adaptación transaccional a la tesis. Hoy estamos en el inicio de la antítesis, el resurgimiento del populismo nacionalista como reacción contra la globalización, y la reacción instintiva es nuevamente transaccional: adaptarse a los populistas. En mi opinión, sin embargo, la verdadera misión es definir cuál sería la próxima síntesis estable y hacer campaña para lograrla.

Con el desarrollo de fenómenos como el de Trump y el ascenso de extremas derechas en Europa, parece generarse un dilema. Por un lado, la socialdemocraca quiere ubicarse más a la izquierda y, por otro, defender los beneficios de la democracia liberal criticando a lo que considera el «populismo». ¿Cómo puede resolverse esa paradoja?

Como mencioné antes, creo que lo principal es entender que es el desencanto respecto al desarrollo actual de las políticas generales lo que promueve el avance de los populistas. La mayoría de la gente no está convencida de las «soluciones» de los populistas, sino que simplemente no ve otra alternativa viable. La reacción de la socialdemocracia debería ser no caer en la trampa de la adaptación, desarrollar alternativas políticas creíbles y reconstruir la confianza de las partes del electorado que se perdieron. Si se observa lo que ha estado haciendo Martin Schulz en Alemania, se puede ver que la estrategia funciona, y esto no es una coincidencia.

Henning Meyer es jefe de redacción de la revista Social Europe e investigador adjunto del Public Policy Group de la London School of Economics (LSE).

Traducción: María Alejandra Cucchi

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